Este mes queremos dedicar nuestro
artículo a los berrinches y rabietas. Son muchas las consultas que nos llegan
relacionadas con éste tema. En casa encontramos a padres y madres desesperados
porque no saben cómo actuar con sus hijos(as) en momentos de frustración,
miedo, separación… en los que los niños(as) parecen perder el control. A menudo
encontramos a madres y padres que se preparan para la rabieta correspondiente a
la hora de ducharse, de levantarse por las mañanas, vestirse, lavarse los
dientes… o madres y padres que no se atreven a negarles algo que quieren a sus
hijos(as) porque saben que entrarán en cólera.
Madres y padres desesperados
porque piensan que lo están haciendo mal, que son malos educadores, tienen
miedo a que sus hijos crezcan y se conviertan en uno de “Hermano Mayor”.
Nuestro artículo de éste mes
pretende ofrecer algunas herramientas a éstas madres y padres, ayudarles a
entender a sus hijos para poder desarrollar la empatía y la comprensión en
el complicado proceso de acompañar a sus hijos(as) en la rabia.
Un berrinche es una descarga emocional considerada normal en el desarrollo
de niños y niñas de entre 1 y 4 años más o menos (dependiendo del
temperamento del niño/a, del ambiente y de la respuesta de sus padres o
cuidadores ante estos episodios).
Las rabietas o los berrinches se presentan porque los niños(as),
conforme van creciendo, tienen la necesidad de hacer más cosas por ellos
mismos. Ya son caminantes y explorar el entorno resulta muy estimulante
Lo que sucede es que como son pequeños y los cerebros van desarrollándose poco
a poco, sus capacidades físicas, motoras, intelectuales y lingüísticas aún no
están 100% desarrolladas, lo que les produce rabia, miedo o frustración al
momento de realizar algo nuevo o aquello en lo cual apenas va
incursionando.
Cuando una rabieta tiene lugar, el
cerebro del pequeño se inunda de sustancias y hormonas estresantes como el
cortisol, la adrenalina y la noradrenalina lo que hace que sus sentidos queden
fisiológicamente bloqueados. Es decir que en su máximo apogeo, los niños(as) no
pueden escuchar, entender ni razonar lo que los adultos le están diciendo o
indicando hacer en ese momento.
Las rabietas se manifiestan a
través de:
- Llanto excesivo
- Gritos
- Patadas
- Golpes
- Tirarse al suelo
- Romper cosas
- Contorsiones corporales
- Pegarse a sí mismo
- No obedecer y desafiar
- Brazos cruzados, ceño fruncido y dientes
apretados
- Y muchas otras formas más… (hay niños muy
creativos realmente).
Por eso, cuando un niño(a) se
encuentra en plena descarga emocional haciendo una o varias de estas cosas, es
necesario esperar a que simplemente pase la tormenta (emociones al tope) y
poder hablar con ellos en la calma (emociones estables). En estos casos y lo
más difícil de todo el proceso (por eso es la clave del éxito para guiar los
berrinches) es lograr que el padre, la madre o el adulto a cargo conserve la calma y permanezca centrado para
saber qué hacer, qué decir y cómo actuar.
Profundizando un poco más en
neurociencias y en el comportamiento humano, podemos decir que los
berrinches tienen origen en el cerebro medio o mamífero, a causa de la
activación de uno o varios de los tres sistemas de alarma que son: el del
miedo, el de la ira y el de la angustia de la separación.
Pero además de estos disparadores, hay 3 factores fisiológicos
importantes que son fuente de berrinches en esta etapa:
- El hambre
- El cansancio
- El aburrimiento
Hay otros factores que
de manera directa o indirecta también son fuente:
- Situaciones extraordinarias (mudanzas, muertes,
cambios, divorcios, etc.)
- Estrés materno o paterno
- Inmadurez emocional o racional del niño para
entender procesos
- Necesidad de reconocimiento y atención
- Falta de estructura y límites (un día se dice
una cosa y otro, otra)
- Incomprensión de su punto de vista, tiempos y
necesidades
Algo importante que los
padres o cuidadores debemos entender a la hora de guiar eficientemente un berrinche a cualquier edad, es tener
claridad en que un berrinche nunca
debe ser el medio para conseguir un fin, es decir, no debes ceder ante una
rabieta que estalla porque no puedes comprarle al niño(a) cuanta cosa ve o
quiere.
Ceder a comprar o hacer lo que el niño(a) pide o quiere en ese momento, es algo
usual que muchos padres suelen hacer por vergüenza (cuando un niño(a) tiene un
berrinche en un lugar público ciertamente no pasa desapercibido), cansancio
(son muy agotadores y estresantes para los padres también) o comodidad (“Ay ya
cómpraselo total de que se calle!”). Pero ciertamente estas respuestas no educan ni ayudan a los niños, sino que por
el contrario, les enseña que esos modos (gritos, llantos, golpes, insultos,
etc.) son buenos aliados para conseguir salirse con la suya.
Pero así como el ceder y ser
absolutamente permisivos al darles todo cuanto piden o desean es perjudicial para
su desarrollo, en igual medida lo es usar métodos autoritarios para tratar
de controlar o aplacar un berrinche. Golpes, amenazas, gritos, retiro de
privilegios, baños de agua fría, sacudirlos, mandarlos a la silla de pensar,
etc. son métodos irrespetuosos que humillan al niño(a) y no le ayudan a crecer seguros de sí mismos,
a respetarse ni a quererse, afectan directamente a su autoestima.
Por tanto, la actitud comprensiva y amorosa del padre o cuidador es la clave
para dar seguimiento a estos episodios emocionales. El contacto físico
y la empatía al comprender sus sentimientos y sus etapas de desarrollo, hacen
que los niños estén más propensos a “bajar revoluciones”. Pero cuidado,
tengamos en cuenta que no a todos los niños les gusta ser tocados o abrazados
cuando están enfadados y eso hay que respetarlo. En esos casos el padre, madre
o cuidador tan solo permanece cerca del pequeño para cuidar que no se haga daño
a sí mismo, a los demás o a las cosas.
Ya sabemos que esto es “fácil de
decir y difícil de hacer”. A menudo los padres nos dicen “claro, es que tú no
sabes lo que es, no lo tienes en casa”. Y entendemos ésta frustración del
adulto pero la respuesta siempre es la misma “ya sabemos que es difícil, y no
siempre conseguirás estar calmado(a), tranquilo(a) y ser totalmente
respetuoso(a) con las emociones de tu hijo(a), pero todas las acciones
dirigidas a éste fin irán por buen camino y poco a poco será más fácil andar
por él con la práctica y la confianza de que esto es lo que debes hacer”.
A continuación os dejamos algunas
pautas basadas en la Educación Positiva
y Respetuosa que pueden ayudaros a manejar una rabieta:
1. Maneja el autocontrol: Respira y
recuerda que eres el adulto modelo y cómo tú respondas, impactará para mitigar
o agrandar el berrinche.
2. Aplica conexión antes que corrección: Esto
es observar antes que actuar. Ver qué está sucediendo en ese momento para ver si
puedes ofrecer una solución. Esto te ayudará a calmarte y a tomar distancia
para abordar la situación desde una posición diferente.
3. Sé amable y firme al mismo tiempo: Sé
empático con los sentimientos del niño(a) porque para él/ella son genuinos,
pero si tú tienes una razón de peso por la cual no ceder ante un capricho (y
entiéndase que digo capricho y no necesidad), mantente firme. “Entiendo que te
sientes enfadado(a) porque quieres ese dulce, pero en este momento no puedo
comprártelo” ó “Entiendo tu enfado pero no permito que pegues”.
4. Distrae u ofrece una alternativa: Activa
el sistema de búsqueda del cerebro de tu hijo(a) con preguntas: “Amor, necesito
de tu ayuda para terminar las compras. ¿Qué tal si vas metiendo en el carrito
lo que te voy dando?”, o bien: “No puedes comer un dulce ahora pero sí después
de la comida”.
5. Usa el tiempo fuera positivo: Esto
es dar un respiro a la situación tanto para ti como para el niño. Para ello, crea
un “Rincón de la calma” en casa para ti y para él y lo puedes invitar a ir. Si
estás en otro lado, coge al niño(a) y saliros del lugar o apartaros del
bullicio.
6. Educa en la razón: Este paso es
crucial para fomentar la educación emocional de tu hijo(a), así que cuando la
tormenta haya pasado, cógelo(a) en brazos y habla de lo que pasó. Hazles
preguntas como las siguientes: “¿qué ha sucedido cariño?”, “¿por qué has
reaccionado así?”, “¿crees que lo que pasó está bien?”, “¿cómo te sentiste?”,
“te diré como me sentí yo”, “¿qué haremos para una siguiente ocasión?”, “¿cómo
puedo ayudarte a calmarte cuanto te sientas muy enfadado/a?”, etc. La idea es que
en un tono sin reproches, hables con el niño(a) sobre lo sucedido, sobre
los resultados y sobre las maneras adecuadas de pedir o hacer la cosas. Pero ¡cuidado!,
ésta conversación debe ser relativamente corta y efectiva, recordemos que los
niños(a) a éstas edades tienen una atención limitada y puede resultar muy
pesado para ellos éstos diálogos.
7. Entrena para una siguiente vez: La
etapa de berrinches puede durar algún tiempo y por ello tal vez tengas que
repetir muchas veces lo que dices, pero el jugar o practicar situaciones
simulando lo que pasará cuando el niño(a) haga su rabieta, por ejemplo en un
lugar público, puede “quitar leña al fuego”. Sería usar el humor y el juego
como aliados ante una rabieta.
8. Confía en
el método en ti y en tu hijo(a). La crianza respetuosa es el camino
largo de la crianza, pero el efectivo. Cuando te sientas cansada/o, o creas que
no estás llegando a ningún lado, no tires la toalla. Piensa que criar a tu
hijo(a) de una forma respetuosa, amorosa y digna es la mejor manera de criar
grandes humanos.
Por último y por ello no menos
importante: a todos los padres y madres, desde el corazón, no os machaquéis por
no conseguir ser siempre un padre o una madre perfecto. Es importante poner
conciencia en todo aquello que no hacemos bien, pero machacarnos no nos ayuda
ni a nosotros ni a nuestros hijos(as).
Si vuestro hijo(a) al cabo de los
años continúa manifestando berrinches y rabietas descontroladas, os
recomendamos acudir a consulta para valorar más a fondo lo que está sucediendo
y ayudaros a poder abordarlo.
Un fuerte abrazo del Equipo de
ELQUI. PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENTE.
María Rodríguez Álvarez.
Begoña León
Bañares
Margarita Sánchez
Holgado.