ADOLESCENTES ¿POR QUÉ DISCUTIMOS TANTO?


       El inicio de la adolescencia puede suponer un empeoramiento de las relaciones familiares siendo frecuentes los conflictos y discusiones. A menudo, la buena comunicación, las bromas, los besos y los abrazos de la niñez se transforman en regañinas, malas caras y discusiones subidas de tono. Afortunadamente, en la mayoría de los casos esta situación NO DURARÁ MUCHO y las relaciones tenderán a normalizarse según vaya transcurriendo la adolescencia.





   Aunque en algunas familias las relaciones entre madres, padres y sus hij@s  siguen siendo afectuosas y cercanas durante la adolescencia, muchos habréis notado un empeoramiento de estas relaciones con la llegada de la pubertad. Incluso las familias que tenían buenas relaciones podrán experimentar una ruptura de la comunicación y un incremento de las disputas entre la madre o el padre y sus hijas e hijos. Los conflictos que aparecen no tienen por qué ser demasiado graves, y suelen estar relacionados con aspectos de la vida cotidiana como la hora de volver a casa, el tiempo que dedican al estudio o la forma de vestir. Pero no hay que quitarle importancia al impacto emocional que estos conflictos pueden tener sobre los progenitores, ya que cuando se producen con mucha frecuencia pueden tener un efecto acumulativo y provocar mucho estrés.

    Las razones de este aumento de la conflictividad son variadas. En primer lugar, hay que señalar la importancia que tienen los cambios en la forma de pensar de chicos y chicas que les va a permitir ser más críticos con las normas y las regulaciones familiares. Ahora, estas normas serán cuestionadas por muchos adolescentes en su búsqueda de una mayor autonomía y capacidad para influir en las decisiones familiares. Además estas nuevas capacidades intelectuales les permitirán emplear en sus discusiones argumentos cada vez más sólidos y convincentes, lo que puede pillaros por sorpresa y generaros mucha irritación. También debéis tener en cuenta que, durante los primeros años de la adolescencia, chicas y chicos necesitarán distanciarse en cierta forma de madres y padres para convertirse en personas adultas y autónomas. Ese proceso de separación o "desenamoramiento" se verá favorecido por la sustitución de la imagen idealizada de los progenitores por una más realista en la que los defectos estarán presentes. Hay que tener en cuenta que una buena manera de romper una relación afectiva y superar la dependencia emocional respecto a una persona, es buscarle defectos, que será lo que vuestra hij@ empezará a hacer con vosotr@s. Pero no os preocupéis, es un proceso normal que desembocará en que tenga una imagen más realista de su madre y de su padre. Estas aspiraciones de chicos y chicas de lograr una mayor autonomía y de disponer de una mayor capacidad de influencia no siempre son bien recibidas por los padres y madres, que en muchos casos se enfadarán y aumentarán el control y las restricciones, lo que tenderá a aumentar el nivel de conflictividad. Una vez pasados estos primeros momentos de mayor tensión, lo recomendable es que seáis un poco más flexibles dando a vuestros hijos una mayor autonomía. Ello contribuirá a que las relaciones se normalicen y alcancen un nuevo equilibrio.


SI QUERÉIS LLEVAROS BIEN... algunos consejos ante las discusiones:



1. Que vuestr@ hij@ se vuelva algo más rebelde y discuta con vosotros es una señal de que está madurando y haciéndose mayor. No siempre debéis considerar sus reacciones como una falta de respeto o un intento de haceros daño.

2. Escuchad los argumentos y razones de vuestro hij@, ya que es probable que muchas veces tenga razón.

3. Aunque en muchas ocasiones os resulte difícil, procurad reaccionar con tranquilidad y sin perder los nervios. Las reacciones muy emocionales y subidas de tono no harán otra cosa que empeorar la situación.

4. Aprendamos a hacer críticas positivas a nuestros hij@s. Para expresar nuestra disconformidad con un comportamiento, debemos expresar nuestra crítica de forma que éstas favorezcan el cambio hacia otras formas de conducta más adecuadas y no de manera que generen agresividad y aumenten el enfrentamiento.

Para ello tenga en cuenta lo siguiente:

  • Si está enfadado… espere a tranquilizarse. Así evitará perder el control.
  • Busque el momento adecuado para hablar, aunque sin esperar tanto que nadie recuerde lo que pasó ni su importancia.
  • Antes de hablar, piensa lo que quiere decir y cómo quiere decírselo.
  • Describa con claridad el hecho que ha motivado el conflicto de forma breve y clara.
  • Describa cómo se ha sentido ante su comportamiento, no tema expresar los sentimientos (enfado, tristeza, miedo…). Para esto antes, debes pararte a identificarlo, algo que a veces nos es difícil.
  • Déjele explicarse. Escuche sus razones y no le interrumpa.
  • Céntrese en las soluciones. Busque alternativas conjuntas.
  • Exprese su convencimiento de que puede hacerlo y su confianza en su capacidad.
  • Anímele a comprometerse al cambio y refuércela si observa que lo intenta (aunque no lo consiga del todo).


5. Aprendamos a recibir críticas. No encajarlas bien puede ser motivo de una discusión aún mayor.

  • Aprendamos también a recibir las críticas de nuestros hij@s.
  • Si su hij@ está muy nervioso, aplace la discusión. No pierda la calma y no levante la voz (no lo veas como una falta de autoridad, se puede conseguir más respeto a través del silencio).
  • No siempre hay que discutirlo todo, sobre todo si ya está hablado y hay una conclusión clara.
  • Recuerda que si te sientas a dialogar, es para entender mejor al otro, no para llevar la razón.
  • Escuche y trate de entender sus razones sin interrumpirle. Empatiza con su emoción.
  • Exprese interés (asintiendo con la cabeza, indicando que le entiendes y pidiendo que siga.
  • Acepte su responsabilidad en el problema y evite reproches.
  • Pida y dé alternativas.
  • Dale las gracias por haber hablado del problema.

Si sentís que la situación os sobrepasa a ambos, no dudéis en buscar ayuda de un profesional.