Tras nuestros años de experiencia
trabajando con niños, niñas y adolescentes, acompañándoles en su dolor, en su
alegría, en sus enfados y miedos, respetando todas y cada una de las emociones
que les surgen en terapia hemos podido aprender grandes cosa. El trabajo con
las inseguridades de los padres, sus durezas y desconexiones, sus miedos y
sobre todo el amor tan profundo que sienten hacia sus hijos e hijas nos hacen
sentirnos afortunadas de poder desempeñar éste trabajo que nos hace crecer como
persona y como ser humano.
Al igual que los niños, niñas y
adolescentes con los que hemos trabajado en nuestros más de diez años de
experiencia, hemos tenido la suerte de haber podido ir cambiando junto a ellos.
Gracias a ellos hemos aprendido a ser pacientes, distanciarnos
de lo que está sintiendo en ese momento para no dejarnos llevar por
la catarata emocional por la que es fácil dejarse arrastrar para tomar una
posición de observador y por lo tanto de ayuda al menor y a su familia. Éste es
uno de los grandes aprendizajes, escuchar más de lo que se habla, sentir
siempre lo que te está diciendo el niño/a y sus padres, empatizar con ellos y
tratarlos con amor es clave para que la terapia pueda fluir de forma armoniosa.
Y qué decir de esos adolescentes,
que a menudo llegan tan distantes, con sus enfados, miedos, ansiedades,
inseguridades y creencias que nos hacen contactar tanto con ese adolescentes
que nosotras también fuimos. Gracias a ellos hemos podido afrontar miedos propios de nuestra infancia, nos han dado la
oportunidad de mirar a nuestro yo adolescente y admirarlo por lo que consiguió.
Esos adolescentes que enseñan a sus padres a respetarles, les anima al
crecimiento personal, a que les vean como seres únicos sin comparaciones, sólo
a amarlos y respetarlos en sus cambios. Éstos adolescentes que solicitan una
evolución de sus padres y madres, les empuja a soltar aquello a lo que se
aferran, a esa etapa pasada que es la infancia que a la familia tanto le cuesta
soltar ya que son maravillosos los recuerdos que de allí vienen y les da miedo
lo que está por venir.
Gracias a todos nuestros niños,
niñas y adolescentes, por todo lo que nos habéis hecho crecer como
profesionales de la salud y sobre todo como personas. Nos habéis enseñado a ser
amorosos, a enfrentarnos a nuestros propios miedos y nos habéis obligado a
modificar nuestros propios puntos de vista hacia otro que podía ayudaros. Es
maravilloso tener la oportunidad de compartir nuestro tiempo con vosotros y nos
sentimos muy afortunadas por ello.