SER FELIZ O TENER RAZÓN

 
Habitualmente oímos expresiones entre niños que discuten como: ¡Nunca más voy a jugar contigo! Y al poco tiempo  los puedes encontrar juntos y disfrutando de su compañía.
Los adultos cuando se pelean pueden dejar de hablarse durante años, a veces hasta se olvida la razón original de la pelea.

La diferencia está en que los niños prefieren estar contentos a tener razón y su instinto natural les dice que estarán mejor si perdonan y olvidan.
 Es inteligente dejar nuestro ego de lado y pedirle perdón a la otra persona, aún cuando nosotros podamos tener la razón.
 
Las personas fuertes emocionalmente que poseen un buen sistema de valores, son capaces de discernir que es lo importante para su felicidad y no reclaman el reconocimiento de la razón.

Los progenitores debemos mirar a nuestros hijos como a alguien que va en su  mismo barco y que se enfrenta a las mismas preguntas que nosotros nos planteamos con su edad. Debemos utilizar nuestra madurez y sabiduría para dar el primer paso, precisamente porque entendemos que es más difícil para nuestros hijos hacerlo. Se trata de que dejen de vernos como los abominables seres del no, y de establecer conjuntamente acuerdos y límites.

Más que tener razón de trata de apelar a ella. Está en las manos de los padres que la vida de nuestros hijos consista en una relación de crecimiento, en lugar de convertirse en una contienda de desgaste mutuo.

 “Lo habitual es que nadie sea dueño de la verdad absoluta.”