NIÑOS DIFÍCILES


Los terapeutas nos encontramos a diario con padres que acuden preocupados por actitudes variopintas de sus hijos relacionadas con el comportamiento, las emociones, los hábitos o las relaciones.

Cuando los niños presentan dificultades, sean cuales sean, nosotros como padres debemos hacernos tres preguntas clave. La primera es “¿nuestro hijo, con dicho síntoma, tiene el poder y el dominio de la dinámica familiar?” La segunda pregunta consiste en plantearnos ¿con el paso del tiempo, desde que detectamos el problema, la situación ha mejorado, se ha mantenido, o por desgracia, ha empeorado significativamente? Y finalmente la tercera pregunta es: ¿Qué hemos hecho para solventar el problema, que, en vez de solucionarlo, se ha complicado aún más?

 Si las respuestas a estas preguntas son: Si, tiene el poder absolutamente, el problema ha emporado y lo hemos intentado todo, es importante seguir leyendo.


El empoderamiento de mi hijo

Cuando como padres, sentimos que nuestro hijo tiene más poder que nosotros, es momento de pararse a pensar en la necesidad de un cambio. El establecimiento de roles precisos, donde los padres estamos claramente en superioridad con respecto a ellos, es básico para el equilibrio de toda la familia.

La funcionalidad del síntoma

Muchas veces un síntoma comporta un beneficio en el menor que no existiría si funcionara bien. Planteémonos la posibilidad de que tengamos un hijo con un comportamiento disruptivo y uno con un comportamiento intachable. En realidad, ¿a quién le funciona mejor comportarse de una manera determinada? Es probable que digamos que, el que tiene peor comportamiento recibe más atenciones y consigue más beneficios funcionando mal que aquel que funciona bien. Es una  realidad común que traspasa las relaciones paterno-filiales y que se da en cualquier tipo de relación afectiva, y que deberíamos reflexionar.

La sobre atención como mantenedor del problema

 La sobre atención que recibe el niño en referencia al síntoma que manifiesta, no es probablemente la causa de su mal comportamiento, pero sí que es algo que mantiene claramente el problema. Tanto la atención positiva como la atención negativa son reforzadores claros de la conducta. Si queremos eliminar un comportamiento es imprescindible que no genere en el adulto emociones (positivas o negativas) que favorezcan la cronificación del acto.

Restructuración cognitiva con connotación positiva

Es importante hacerle ver a nuestros hijos otro punto de vista con respecto a la realidad que estamos padeciendo, eliminado de ese modo el poder que está tendiendo con su conducta y la negatividad de sus actos, continuamente reforzada. Hacerles ver a nuestros hijos que hasta ahora no habíamos entendido que quería manifestar y eliminarle cualquier atisbo de provocación o intencionalidad negativa hará que el poder lo tengamos nosotros.

 

Prescripción del síntoma

“Luis si necesitas un tiempo para quejarte lo puedes hacer ahora que tengo tiempo de escucharte”. Ante la prescripción del síntoma, aquello que surge espontáneo en nuestro hijo lo bloqueamos. Pensemos ante la posibilidad de que nos digan que vayamos a ver una película  que nos va encantar, o que nos contarán un chiste muy bueno. Cualquier acto de espontaneidad queda bloqueado en cuanto se nos prescribe. Si existe una intencionalidad oposicionista, si prescribimos el síntoma, es muy probable que genere precisamente la actitud contraria que es hacer lo que como padres queremos que haga.

Observar y no intervenir

El hacer activamente nada como padres y dirigir todo el control hacia uno mismo en vez de hacia nuestro hijo permite varias cosas: reducir el conflicto, no alimentar emociones negativas, darles un modelo de control de conducta, eliminar sobre atención al síntoma negativo y quitarles el poder de control del entorno.

 

El actuar según la lógica no ordinaria con niños con los que la lógica ordinaria no funciona, nos permite abrir un abanico de posibilidades de mejora en el comportamiento, en las emociones y la comunicación con nuestros hijos, afianzando vínculo, eliminando el conflicto y aumentando las posibilidades de nuestro hijo de la gestión de sus emociones.